Esta verdad bíblica unida a las escenas horribles de necesidades de miles de familias en Centro, Suramérica y el Caribe que hemos visto con hambre, sin ropas, descalzos; y sin medicinas. Es lo que me ha hecho oír el llamado de Dios para dedicarme a este ministerio. Yo he visto pastores predicando descalzos, yo he visto a sus esposas llorar de hambre junto a sus hijitos, yo he visto pastores con una esposa y diez hijos tener una entrada económica al mes de 10 dólares.
Ellos esperan en Dios, pero nosotros somos los que Dios quiere usar, para que ayudemos a esos necesitados. Usted y yo somos igualmente un instrumento de Dios para endulzar un vientre agrio por el hambre, con unos pocos dólares: “yo solo no puedo, pero con tu ayuda, sí hacemos mayoría para ayudar a muchos“.